domingo, 24 de mayo de 2015

La Tierra aún es plana



El parque de Tikal es fabuloso, virgen, bello, mágico, dejado de la mano del hombre en todo lo posible, no explotado aún. Por eso aún la naturaleza se siente en su expresión máxima y el ser humano sí se siente como un mero visitante, espectador de la multitud de aves tropicales que merodean sus árboles, custodiados por los silenciosos y tímidos monos araña, todo lo contrario que sus vecinos, agitadores y soberbios, los monos  aulladores, que esperan el pasar de los caminantes para demostrar que su rugido no tiene que envidiar nada a los grandes de las sabanas africanas. 

Para el que nunca ha escuchado el grito de uno de estos monos puede que los testículos se le pongan de corbata o los ovarios de diadema, ya que el sonido puede confundirse con un animal de grandes dimensiones, feroz y mortífero. 

 El verde es el color del parque: verde claro, verde oscuro, verde pistacho, verde magenta, verde azulón, verde óxido, todos pintados por la amplia variedad de plantas que lo pueblan.  


El calor es sofocante, ya se acerca el verano y se nota en el ambiente, pesado y húmedo. Con un sol que escuece a punzadas con cada rayito. Aitor y yo caminamos contemplando la gran metrópolis, esplendorosa, una de las más impresionantes que forjaron en toda su civilización los mayas. Pero el sol no da tregua y decidimos sentarnos a la sombra, sobre unos troncos cortados a modo de asiento.

A Tikal lo barren todos lo días para mantener despejados los caminos. De otra forma, la fuerza de regeneración de la selva se los devoraría en un abrir y cerrar de ojos. También para recoger la mierda que desgraciadamente dejan muchos nacionales, que aún no saben que hay basura que no es biodegradable y, desde luego, no saben respetar su propio patrimonio. “Es una pena, pero son los guatemaltecos los que arrojan la basura, los turistas son muy respetuosos”, nos dice uno de los barrenderos. Y cómo no serlo ante tanta belleza en lo que fue el lugar sagrado de los sabios ancestros y donde cada 12 de octubre se les rinde homenaje en la defensa de la identidad, cultura y cosmovisión mayas.

Abrimos unas galletas y comenzamos a degustarlas, sin hambre pero con ganas de comer. El barrendero sigue con su tarea, aunque cansado. El sol ajusticia a todos por igual. Nos mira buscando complicidad y le ofrezco un par de galletas, sonríe entonces y se sienta a compartir con nosotros el cobijo de la sombra.

El señor es oriundo de alguna aldea de Petén, su pelo es cano y su piel tiene el tinte de la tierra, de sol y trabajo.

- ¿De España vienen? – pregunta el hombre, demostrando que está acostumbrado a tratar con viajeros.

Le respondemos afirmativamente y comenzamos a hablar sobre las pirámides, su historia, su arquitectura, su connotación astronómica y por orden casi lógico el coloquio nos lleva a hablar del espacio y los planetas. En ese momento comienza una clase de astrofísica básica.

- ¿Y allá en España ahora ya es por la tarde verdad? – pregunta el hombre. Seguro que ya habrá hecho esta pregunta millones de veces.
- Pues ahora sí, ya casi está a punto de anochecer – responde Aitor.
- Miren, por más veces que me lo explican no lo entiendo, ¿cómo puede ser? Otra cosa les quiero preguntar: hace unos días conocí a unos chilenos y me decían que eso era el fin del mundo, que hay un lugar donde no da el sol, ¿pero cómo puede ser?
- Vamos a ver… - recojo una piedra del suelo, sacamos una linterna y entre Aitor y yo comenzamos a explicarle de forma gráfica los movimientos de rotación y traslación del planeta girando la piedrecita y apuntándola con la luz del celular, le enseñamos cómo a veces la luz no da a todos los lugares por igual, ni las estaciones son las mismas.

El señor se queda en silencio, asimila la información y nos sorprende con otra pregunta:

- Entonces, ¿y cómo es eso de que en la Biblia dice que se paró el sol? Yo es que a esos científicos hay veces que no los creo, eso de los dinosaurios por ejemplo, si no aparecen en la Biblia. ¿Y cómo es eso de que saben que tienen millones de años?

Aitor y yo nos miramos, arqueo la ceja y me niega con complicidad. Si no entiende los movimientos de la tierra quizá no sea buena idea comenzar a hablarle del Carbono 14. Seguro que pensaría que tratamos de engañarle con cuentos de ciencia ficción.

- Pues ellos tienen sus herramientas y mediante la ciencia pueden saberlo – le replico.
- ¿Pero qué herramientas? Y si todo está ya en la Biblia… A mi todo eso me suena al maligno, que quiere llevarnos con él.
- ¿Perdón?


Abrimos los ojos perplejos de lo que acabamos de oír, nos limpiamos los oídos de nuevo y el hombre insiste en que la ciencia está hecha por obra y arte del maligno, que todo lo necesario para vivir y poder ir al cielo está en la Biblia, no es necesario nada más.

Hasta ese momento nunca lo había hecho, siempre me había mostrado respetuoso con las creencias y la religión, pero en ese momento me decido a dar un pellizco de regaño a sus sólidas creencias, ver hasta dónde se tensa la cuerda.

- ¿Entonces usted sabe que los mayas existieron antes que Jesucristo y que hasta que no vinieron los españoles no sabían que existían? ¿Y sabe que hay otras culturas que adoran a otros dioses, que ese no es el único y verdadero? ¿Y no se ha preguntado nunca por qué hay más iglesias que escuelas? ¿O por qué los sacerdotes viven mejor que la gente corriente? ¿No sabe que la Biblia fue escrita por hombres como usted y como yo?

El hombre se queda en un silencio tenso, un instante de reflexión, un segundo en el que se le abren un mar de posibilidades y de incertidumbre, todo en lo que ha creído y cree parece ser un cuento de niños, una nana para mandar a dormir por generaciones a miles de pueblos por todo el mundo. ¿Y entonces qué? La nada, la duda, la incertidumbre, el miedo a la levedad del ser, no ser nadie, no a los palacios, no al cielo, no a la gracia de Dios. Un segundo, un instante… y ¡Bam! Un portazo.

El hombre reacciona moviendo la cabeza, como despertando y creo comprender su mirada, la conversación se ha dado por terminada. No le doy tiempo a argumentar palabra alguna. Le tiendo la mano con una sonrisa y le deseo buen día. Ese instante de duda me basta para comprender que a veces el respeto por la vida, dignidad y felicidad del buen hombre debe estar por encima de mi versión de la verdad.

En Guatemala, desgraciadamente, aún hay miles de personas que piensan que son pobres por la gracia de Dios, que ya se han ganado el cielo. ¿Qué pasaría si, de repente se esfumara ese Dios, lucharían por sus derechos y dignidad, por una educación que no sea dogmática, cerrarían las iglesias y se abrirían escuelas o, por el contrario, caerían en la depresión más absoluta al ver que todos sus pilares se derrumban, sería el suicidio colectivo?

De cualquier modo, no es una batalla para librar entre cuatro mordiscos de galletas. El hombre sigue con su duro y excéntrico trabajo de barrer la selva y nosotros seguimos nuestro camino tomando fotos y frustrados de que aún puedan seguir ocurriendo estas cosas y preocupados de que, a veces, la lucha insistente por el cambio pueda suponer la muerte.





 

jueves, 12 de marzo de 2015

Te tengo que dejar



Hubo un tiempo en que quise ser cantautor poeta y me esforcé para aprender a tocar la guitarra. Primero me di cuenta de que lo mío no era cantar, luego mis manos no me dejaron tocar y finalmente solo quedaron un manojo de letras revueltas que llevan 10 años perdidas en alguna carpeta. Ya es hora de abrir el cajón de mierda.


Te tengo que dejar

En lo más alto de la noria
me diste momentos de gloria,
pero se va a acabar la historia
te tengo que dejar.

 Ahora todo ha cambiado,
me tengo que despedir,
aunque haga más amargo
el último trago del fin.

 Me ahogas, no me dejas respirar
me envuelves en una espiral
 eres un círculo vicioso
¡Rueda deja de girar!

  Cada vez que te pruebo,
mil agujas en mi pecho
se clavan sin cesar.
Corazón sin oxígeno
palpitando sin frenos
tirado en el sofá.


 Cuantas noches en vela
has estado a mi lado.
¡Cuántas locuras y borracheras
habremos pasado
cosidos a los labios…

 …Cuando mi boca
solo tenía mimos para ti,
cuando tenerte era
volver  a sonreír.


Aplazo nuestro final
septiembre tras septiembre.
Asignatura pendiente
que pienso aprobar.

El placer que me das
ahora es un martirio.
Ya no es lo mismo,
me voy a separar.

Siempre te llevaré dentro,
en cualquier parte
en cualquier momento.
Lo siento, no doy para más.


Ventosa asesina 
que roba mis sueños
y cohíbe mi libertad.
El aire que me quitas
me hace vomitar.

No es por desprecio,
es por necesidad.
No es por virtud
es pa’ no sufrir más.
¡Basta ya!


Prefiero olvidarte y quitarme
la angustia de la lealtad.
Prefiero a otras
que me hagan volar.
A ti no te aguanto más.
Te tengo que dejar

El día sé que llegará
con paciencia espero
el postrero encuentro,
instante en que te dé
¡La última calá!




PS: Tras años de incesante lucha, finalmente conseguí apartarme, aunque siempre permanezco en constante tentación y coqueteo de vez en cuando con el deseo.



viernes, 13 de febrero de 2015

La vuelta al cole. Del espejismo a la realidad



Casi un mes ha transcurrido desde que aterricé y se ha pasado de un plumazo. Ya lo decía Einstein, el continuo espacio tiempo es relativo y a pesar de no haberme movido apenas del sitio siento que viajo a una velocidad de vértigo, no me he dado cuenta y los días de han esfumado. Y mientras tanto el tic tac martilleándome la cabeza: ‘Escribe, escribe, escribe’.  Un poquito de pereza a la hora de sentarme a dejar de vivir combinada con un chingo de cosas que hacer, la condensación del tiempo y ¿ahora qué? Ahora se me amontonan las cosas que contar o peor aún, la memoria emocional borró algunas situaciones que hubieran sido remarcables y ahora quedarán guardadas hasta la próxima hipnosis o regresión mental.

La vorágine de los días fagocita las horas que parecen minutos y los días son solo un soplo de sol y luna, luna y sol, lluvia a media tarda y gente que va y viene. Todo gira muy rápido, se va la vida y es necesario detenerse, mirar a los lados, delante, detrás, respirar, reflexionar y tomar fuerzas para seguir adelante. Tomar decisiones…

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Llegué un sábado, aunque  los alumnos ya llevaban varios días de haber comenzado el curso. En coordinación con los astros del universo no me habían asignado ningún curso hasta ese día, aunque yo no había avisado exactamente qué día llegaba. Las sincronías siguen  acompañándome, buena señal.  Así que casi sin dormir me desenfundé mi bañador, mis hábitos de fotógrafo del Caribe y me engalané con mi camisa de cuadros y codera y mis pantalones de pana de profe progre (jaja es coña) para hacer la enésima transformación de Mortadelo.  Aquí soy espejo de valores, hábitos y actitudes, así que hay que cuidar algo las formas, frases, chistes o gestos.

Cuando dejé el proyecto en noviembre apenas se veía el amanecer de un año nuevo, la espiral de deuda en la que está sumergido estaba hundiendo la cubierta del barco y ahí dejé a todos los maestros, encaramados en las velas intentando remar sin timón con la promesa de que iba a volver, pero quizá a un proyecto muerto por la falta de capital. La acción social no es negocio.

Afortunadamente no fue así y algunas aportaciones particulares y algunos nuevos acuerdos  con otras ONG’s han podido salvar la situación, aunque el problema sigue ahí. Los meses pasan, las nóminas siguen sin pagarse al día, se acumulan y muchos maestros hacen maniobras de suicida para sortear el paso de los días y estar al día con sus necesidades cubiertas. Eso es trabajar con el corazón.

El día a día en la escuela es una carrera hacia adelante tratando de salvar obstáculos viejos y los que se añaden cada día: problemas de electricidad, fontanería, internet, computadoras, gas, luz, agua, comida…

A propósito de esto se pactó con una ONG de capital neoyorkino que la escuela fuera la sede de unas capacitaciones a chicas de aldeas de veintantos años para tratar de cambiar allí en sus lugares de origen la tradición de casar a las niñas con 11 años, embarazos a los 13 años, tratar de empoderar a la mujer un poquito aunque sea y evitar así que la  rueda de la pobreza crónica siga girando. Es increíble incluso que algunos padres de familia vendan a sus niñas por cantidades inferiores a los 50 euros al mejor postor. En algunas casas, que nazca un niño es símbolo de alegría, celebración con un pollo desplumado a la brasa. El nacimiento de una niña significa el silencio en el mejor de los casos. Hace poco el New York Times retrataba la situación de algunas de estas mamás prematuras:



Las capacitaciones iban a comenzar el mismo día que los alumnos abandonaran la escuela para irse a sus aldeas por dos semanas. El acuerdo era este: la ONG pagaba una cantidad de dinero importante para la escuela, pero exigía unas remodelaciones de las instalaciones como duchas, agua caliente, remodelación de vidrios, colchones y almohadas nuevos… Luego todas estas reformas las podrían disfrutar los alumnos. Todo sonaba perfecto, pero el problema fue el siguiente: a una semana de que vinieran las chicas no había nada hecho y la ONG preguntó ¿por qué? ‘Porque no hay dinero, obviamente’. Tras una reunión de urgencia se decidió tirarse la manta al cuello y endeudarse más aún, de las cejas hasta la coronilla con la esperanza de recibir el dinero más tarde.



Hubo que parar clases, llamar a electricistas, fontaneros, hacer papeleos burocráticos, acondicionar todo el espacio, limpiar, barrer, fregar, mover literas, limpiar cristales, cortar el césped a machetazos, etc. Todo ello con la ayuda de los alumnos, que fueron la fuerza de trabajo. Los poco maestros éramos meros coordinadores, saturados por falta de personal e improvisando a todo momento. ‘Solo son maestros’, pensaba yo. Por suerte o por desgracia, ellos están acostumbrados a trabajar, incluso parece que se crean lazos más fuertes entre ellos y disfrutan por momentos. Las cosas aquí no funcionan a tiempo, se trabaja en el caos, tampoco los profesionales tienen por qué serlo, aunque se les pague bastante. Los fontaneros no hicieron bien su trabajo y las instalaciones no estuvieron listas para el día D.

Al principio la organización fue poco comprensiva con nosotros y ellos se remitían al acuerdo comercial. Pretendían que la escuela fuese un hotel. No entendían que nosotros somos el amigo pobre y que sí, lo intentamos pero no pudimos llegar a tiempo, no dimos más de sí. Por eso se suponía que venían, para apoyarnos y con su aporte hacer un poco de palanca. Pero se les olvidó y por momentos los papeles fueron ‘patrón rico vs. esclavo pobre’. Capitalismo en la cooperación con el dinero patrocinando las relaciones de fuerzas, el poder. Nosotros cedíamos ante todo lo que nos pedían, no importaba que lleváramos casi 6 días sin descanso. Claro que no cumplimos, pero lo que no entendían es que FALTA PERSONAL, no se puede contratar porque no hay dinero, no se puede remodelar antes porque no hay dinero y el puto dinero gobierna y gobernará cualquier proyecto. Por suerte poco a poco la situación se fue suavizando y las posturas se fueron acercando. Ellos tuvieron paciencia y las mejoras llegaron, tarde, pero llegaron. Las deficiencias se cubrieron con hospitalidad y buena onda.

En estas llegó un voluntario nuevo, Julio, un paisano compadre con el que enseguida me entendí. Lo malo es que solo iba a estar por dos semanas. El proyecto le encantó, se enamoró por completo y eso que vino en el período en el que no había alumnos. Pudo de cerca comprobar cuáles son las pequeñas o grandes piedras que se amontonan en el día a día y que, aunque uno se empeñe en arreglar durante todo un día una cosa, al siguiente fallará otra o incluso la misma.



Después de tanto estrés un día decidimos ir a conocer un lugar turístico de Poptún, el único donde llega algún extranjero. Es un hotel ecológico, restaurante y con el tamaño de 7 o 10 campos de fútbol de bosques, parques, lago para bañarse… Allí hicimos un poquito de botellón y conocimos a otra chica española, periodista residente en EE.UU. que andaba documentándose para escribir un libro sobre las labores de una ONG.

En esa semana de las chicas la coordinadora nos propuso que mostráramos algo de nuestra cultura, de nuestro país. Ni corto ni perezoso Julio, como buen vasco de Vitoria, tuvo la gran idea de enseñarles a bailar Sevillanas. Por suerte él sabía algo y yo aprendí un poco en 10 minutos, con eso fue suficiente para todo un experto en bailes como yo jaja. Así tuvimos nuestra ‘Spanish Folklorical Night’ y salió bastante bien, nos divertimos y se divirtieron. Daba risa verlas bailar sevillanas o intentarlo, ¡aunque más risa daba pensar cómo lo estaría haciendo yo! Luego ellas nos enseñaron bailes más latinos y de menear la cadera. Nos reímos mucho y nos acostamos tardísimo ese día, a las 12 de la noche.

Pero la experiencia única, la que Julio ni yo olvidamos y la que se queda guardada en la memoria y en el corazón fue la visita a las comunidades. En esta ocasión solo visitamos un par de comunidades cercanas entre sí donde vivían algunos alumnos. En las casas pueden faltar cosas que nos parecen básicas como la luz, el agua corriente o un bidé donde sentar el culo por las mañanas, pero sobran corazón, hospitalidad y ganas de agradar al visitante de tierra lejana. Y la vida es muy sana en el campo, los niños se crían felices, en familia, en naturaleza. En pobreza.

Así llegamos a la primera casa y las pobres gallinas estaban atemorizadas de no saber cuál iba a ser la elegida para el caldo. Ya está demostrado, cuando el maestro entra por la puerta, las gallinas salen por la ventana. Uno intenta explicar que no es necesario, pero sería una descortesía por su parte no ofrecerla. Así que durante esos días estuvimos comiendo carne casi en cualquier comida. También probamos los cocos recién bajados, huevos de corral y un día me levanté temprano para ir con el papá de una alumna a ordeñar las vacas para el café con leche del desayuno. Es cierto que durante esos días fuimos invitados en todo momento, pero Julio y yo sentimos que el dinero había desaparecido, en las comunidades no hay tiendas, no hay bares, no hay donde consumir. Las familias no necesitan el dinero para comer, sí para otras cosas como la educación, la salud, la gasolina…pero fue muy curiosa la sensación. La civilización ha desconectado de la razón de ser, el dinero es solo papel, el maíz sí sirve para comer. Lo primero vale oro, lo segundo no vale una mierda. Curiosa escala de valores.



También tuvimos ocasión de asistir a varias ceremonias mayas y conocer más de cerca la cultura prehispánica, que no está muerta, que sigue viva gracias al esfuerzo y la lucha de mucha gente. Un honor que nos dejaran compartir con ellos sus creencias, siempre con recadito para nuestros ancestros colonos. Por una parte te hace sentir incómodo, pero no es síntoma de rechazo, simplemente es que así fue y así hay que tenerlo presente, por esa y muchas razones más es que están como están. Aunque no hay que sentirse culpable por el pasado, quizá por el presente sí.

Entre ellas, ya el último día de Julio, fuimos a las ruinas de Yaxhá a celebrar una ceremonia con unos amigos suizos muy conectados con la espiritualidad maya. Fue un día emotivo, sobretodo para ellos, que estaban emocionados, altos, en las nubes, en otra época, dimensión y cosmovisión diferente. 

Hace un par de días vinieron a visitarnos a la escuela y se enamoraron también del proyecto. Casi lloraban cuando me contaban lo que sentían. Prometieron ayudar desde Suiza, contactar con organizaciones, becar a estudiantes… Me di cuenta que yo ya no miro con ojos de extranjero el proyecto, sino que estoy tan inmerso en el día a día que se me olvida qué se está haciendo y la importancia que tiene. En esas también llegó hace un par de días una chica de Barcelona para tan solo dos semanas, pero ya en día está más que integrada. Internet está funcionando, La Casa de la Esperanza abre sus puertas al mundo y esperamos que traiga algo de ayuda económica a largo plazo y algunos voluntarios a medio plazo, algunos relevos que sigan haciendo girar la rueda.

Por cierto, también he iniciado con algunos estudiantes un grupo que se encargue de actualizar el blog de la web, que les servirá para mejorar sus habilidades de redacción, su visión periodística y conocer un poco el mundo de detrás de internet. Ya sé por qué pasa todo tan rápido, me sobre ocupo y apenas tengo tiempo para mí, para leer, escribir, retomar la armónica o la guitarra, hacer deporte, estirar… ¡Tantas cosas por hacer y la vida tan corta!